lunes, 5 de abril de 2010

El lazo lavanda.


Cuando eres un niño de tres años solo piensas en pasártelo lo mejor posible en el parque con tus amigos.
Todavía andas torpemente y a veces te caes y lloras, pero al final aprender a levantarte sin la ayuda de tu madre.
Si eres niña, tu único objetivo es conseguir ese vestido de princesa que has visto en la tele.
Vives en un mundo paralelo, sin enterarte de nada, sin problemas.
Empiezas el colegio, conoces a un niño con el que juegas a ser novios.
Os dais besos inocentes sin saber todavía lo que son.
Eres feliz porque ignoras todo lo que pasa a tu alrededor.
Ese niño te quita el lazo color lavanda que tu madre te ponía para ir a la guardería y se lo guarda en su mochila.
Tú te enfadas y lloras, pero el tiempo pasa y ya tenéis seis años.
Ese chico con enormes ojos verdes y rizos rubios que corría detrás tuyo por el patio te dice que quiere ser tu novio.
Tu le dices que no, haciéndote la orgullosa y le coges de la mano a otro chico de tu clase.
Con doce años, él pasa de ti. Prefiere jugar a fútbol con sus amigos, mientras tu lees revistas donde salen esos ídolos que todas las niñas tienen.
Le sonríes cuando pasa, pero él desvía la mirada.
El orgulloso ahora es él y tu pagas las consecuencias.
Te estás enamorando por primera vez de ese chico al que rechazaste de pequeña.
Le ves fumando su primer cigarro a los trece, aún principiante y tosiendo, pero te parece tan mayor..
Te encantaría besarle y volver atrás.Te gustaría que todo fuera diferente.
A los catorce, su cuerpo ha cambiado, sus brazos son más fuertes.
Le ves por el pasillo el último día de antes de verano y él ni siquiera te mira. Solo son importantes sus amigos.
Ese verano tu también cambias y ese cuerpo infantil crece, te sientes incómoda contigo misma, ya eres mujer.
Te preguntas cómo será la vuelta al cole, si notarán mucha diferencia.
Te empiezas a maquillar y te ves más mayor.
Llega Septiembre, tienes que volver al colegio.
Ya has cumplido los quince y le has echado de menos durante todos los días de las vacaciones.
Entras en tu nueva clase y le ves.
Ha crecido mucho y el sol ha aclarado su pelo.
Está hablando con sus amigos, como siempre, pero algo cambia de repente.
Notas sus ojos verdes sobre ti.
Te está observando, sorprendido e incrédulo a la vez.
¿Es esa la chica que me gustaba de niño?
¿La que el año pasado no me atraía nada?
¿Era quizás porque me había rechazado?
Todas esas preguntas se las hace mientras te mira.
Se te acerca y te pregunta que tal te ha ido el verano y ahora la que te sorprendes eres tú al ver que te está hablando, Si, ¡A ti! Como cuando erais pequeños.
Ya casi ni te acuerdas pero sabes que eres especial para él y eso no ha podido cambiar.
pasan los días, los meses incluso y os hacéis íntimos de nuevo.
Prefiere tardes contigo en el cine que hacer el tonto con sus amigos.
Aunque todavía no te lo ha dicho, ha sacado de su corazón esos recuerdos de hace años y se siente niño otra vez contigo.
Quiere deslizar sus dedos por tu pelo, ese que estiraba en broma de pequeño.
Quiere también besar esos labios que seguro que sabrán a lo mismo, a caramelo de fresa.
Un día, todo cambia. Otro beso, pero esta vez habéis crecido, sabéis lo que es el amor y los dos lo sentís.
Tenéis diecisiete años y una vida por delante.
Los días siguen pasando con él, tenéis la misma confianza y, a veces, le gusta pensar que sigues siendo esa niña que conocía.
Un día tienes dieciocho y te encuentras en su casa. Tu primera vez. entras en su habitación y ves un lazo color lavanda colgando de la cabecera de su cama y una voz te susurra en el cuello:

¿Crees que lo había olvidado?

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