lunes, 5 de abril de 2010

Mi abuelo.


Ese señor arrugado y menudo que me contaba cuentos hasta que me dormía.


Que con tres años me cogía entre sus brazos y me cantaba canciones preciosas.


Que me cuidaba cuando mis padres estaban trabajando y me llevaba al parque.


Se podía pasar horas sentado en un banco viéndome jugar.


Que siempre me dio todo lo que le pedía y me llevaba a pasear de su mano.


Que también me regañó cuando hice algo que no debía.


Un hombre con gran vitalidad, que pasados los ochenta años, se levantaba a las siete de la mañana para cuidar su jardín en esos días de verano.


Que es el dueño de los ojos más bonitos que jamás he visto, y que desgraciadamente no he tenido el orgullo de heredar.


Es ese anciano que ves por la calle con su boina y te dan ganas de abrazarle.


Que con su sonrisa derritió el corazón de mi abuela en épocas de Guerra.


Esa personalidad fuerte que nació en esos momentos tan duros que tuvo que pasar en 1936, con tan solo quince años.


Es que me sigue dando dinero sin que se entere mi madre, como si fuera un juego.


El que cada vez que me ve me da un céntimo, ya que hace años ahorrando uno por uno, consiguió comprarle un abrigo de piel a su mujer.


El que ha sido un padre perfecto, que les enseñó valores grandes a sus hijos.


El que para mi es el hombre más sabio del mundo. Solo basta oírle hablar.


Cuyo nombre me quiero tatuar cuando no este entre nosotros, para recordarle siempre.


Porque mi abuelo es la persona más importante de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario