
No entendía porqué la gente le miraba al pasar, o le criticaba por ser diferente.
No me gustaban las señoras que, al verle acercarse, agarraban con fuerza sus bolsos.
Me enfadé cuando me dijo que es su trabajo en la tienda, un hombre se había negado a preguntarle a él, solo por como era, y había llamado a otro dependiente.
Me gustaba mucho su sonrisa, y esos rasgos tan diferentes a los mios. Su forma de hablar y su voz cálida.
No podía comprender como personas como él pudieran haber sido castigada y despreciadas como animales, algo que, aunque en menor medida, seguía pasando.
Me encantaba ver el contraste entre nosotros y cuantas cosas nos unían, como si fuéramos un puzzle.
No podía soportar que se le acercara un yonki a preguntarle si vendía. ¿Que pasa, le veían cara de camello?
Aunque nadie se lo creyese, yo vi como la persona que estaba sentada a su lado en el metro se cambiaba de sitio.
Por eso comencé a ver la falsedad entre la gente, el poco respeto que tenían con los demás, la situación en la que se encontraba nuestras sociedad, basada en prejuicios y desconfianza.
Aunque nadie lo sabía, me dio igual.
Un día pasé delante de la gente que conocía y, con orgullo, cogí su mano NEGRA.
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